El temporal que azotó Cantabria el 27 de diciembre de 1.999 marcó máximos históricos en la velocidad del viento registrada. Causó cuantiosos destrozos y por desgracia también daños a personas, incluso con resultado de muerte.
Por lo que se refiere al tema náutico, la fuerza del viento arrancó un pantalán completo de Puertochico, dejando los barcos a merced de las olas. Si revisamos la hemeroteca, podemos seguir el desarrollo de los acontecimientos tal y como lo contaba una crónica de El Diario Montañés en aquellas fechas y que transcribimos a continuación:
Uno de los efectos más estremecedores del temporal de ayer (este texto se publicó el martes 28 de diciembre) se vivió en la dársena de Puertochico en donde el viento, en combinación con la marejada, arrancó de sus atraques un pantalán con una docena de yates, algunos de gran porte.
A las seis y media de la tarde, noche cerrada ya, el campo de mástiles de los atracaderos aullaba con el viento en las jarcias y los barcos se balanceaban unos contra otros confundiendo sus palos. Al fondo, junto a la boca de la dársena, en el muelle del CAR de vela y de los prácticos del puerto, el pantalán hizo su primera parada, llevándose consigo en formación a la docena de yates que colisionaron contra la sillería del muelle. Borda con borda, los yates se castigaron duramente y empezaron a aparecer las primeras vías de agua.

Algunos de los barcos afectados (la mitad aproximadamente aparejaban mástiles y el resto eran motoras de gran porte) eran conocidos en el mundo de la vela, caso del «Noja», de Toño Gorostegui, que naufragó astillado por las múltiples colisiones, y el «Flying Neleb», otro de los que se fue a pique. Asimismo, entre los afectados se encontraban el «Terral», una pequeña embarcación modelo Somo, y los yates «Pitita» y «Tranquilo». En cuanto a la vela ligera de las inmediaciones, se registraron múltiples roturas de palo, pérdidas de cubiertas de lona y un «optimist» que literalmente había volado, según se informó.
Durante una hora, aproximadamente, el barco del Instituto Oceanográfico, que entró en la dársena y tiró un cable al pantalán, «aguantó» el mismo para que no escapara a la canal de la bahía con su docena de presas cautivas. Tampoco faltó la embarcación del práctico, que de menor porte, cabeceaba fuertemente en las proximidades.
No obstante, en torno a las siete de la tarde, el pantalán superó el muelle y bordeó el dique de Gamazo a la deriva, internándose en plena bahía. Uno de los veleros, sin embargo, vio rotas sus amarras y sufrió los embates del oleaje en el mismo muelle del CAR. Su mástil, que se balanceaba al compás de la escora a babor y estribor, entabló un particular duelo de esgrima con una farola del muelle a la que iba tumbando en cada arremetida.
Arreció el viento con fuertes rachas que desprendían crestas blancas de las olas y arrancaron de cuajo el revestimiento inferior de una planta, en voladizo, de la Escuela de Náutica. En el dique de Gamazo una procesión de atribulados patrones seguía la evolución del pantalán por la canal.

A la altura de la Isla de la Torre, en torno a las ocho de la tarde, ya habían naufragado al menos tres, los dos antes citados y uno más pequeño, sumándose un remolcador a la operación de rescate, aunque ya se barajaba la posibilidad de que el conjunto acabara de madrugada en las quebrantas de Somo. Al operativo se sumó, a las nueve, Salvamento Marítimo, que acababa de coordinar el rescate de un pesquero con una vía de agua, el «Nuevo Menéndez Valdés» que efectuó una llamada de socorro en las proximidades de Santander a primera hora de la tarde y consiguió entrar en puerto por sus propios medios. Salvamento Marítimo también participó en el rescate de dos piragüistas y la «Salvamar el Punta» ayudó a mantenerse a la capa en el abra del puerto al pesquero «Sotileza».

A las 21.30 horas, una motora del Club Marítimo se sumó a las labores de rescate, consiguiéndose recuperar un pedazo de pantalán.
Al cierre de esta edición continuaban los trabajos para recuperar los yates que a duras penas se mantenían a flote. Cuatro o cinco embarcaciones de vela o yates a motor se daban también por desaparecidos.
Cuatro yates hundidos y diez con grandes desperfectos, recuento de daños del Marítimo (publicado en El Diario Montañés el miércoles 29 de diciembre)
La cifra oficial de barcos siniestrados entre veleros y yates de motor, asciende a 14. El día después del viento huracanado convirtió al Club Marítimo en un centro neurálgico de recogida de daños. A las ocho de la noche los propietarios de las embarcaciones que sufrieron los embates del temporal, tras soltarse del pantalán al que estaban amarrados, se reunieron para cuantificar sus daños y todo lo que concierne a seguros.
Con las primeras luces del día comenzó la localización de algunos barcos que la noche anterior se dieron por desaparecidos y se verificó el hundimiento de otros.
Uno de los yates de mayor lujo que había amarrado en Puertochico, el «Mizaru», de 12 metros de eslora, fue recuperado la noche anterior por el remolcador «Cerho» a la altura de la bocana del puerto entre Mouro y Galizano, cuando navegaba a la deriva con parte del pantalán. Ayer se encontraba abarloado al barco del Instituto Oceanográfico en Puertochico. Su propietario, Miguel González de la Peña comentó que «tiene daños muy considerables» y explicó que el pantalán había quedado suelto de sus anclajes por la fatídica conjunción del viento huracanado con la pleamar. Los otros dos yates del mismo modelo, grandbanks 36, el «Tranquilo» y el «Pitita» fueron rescatados de la bahía por el remolcador «Escota» y llevados al puerto deportivo Marina del Cantábrico en Camargo, también con grandes desperfectos.

El «Flying Neleb», un velero de 12 metros del armador Federico García Germán estaba hundido en la canal. Es un barco con muy buen historial deportivo. Otro barco de vela, el «Liberty», modelo Somo 20, estaba hundido a la entrada de Puertochico y el «Noja» de los hermanos Victor y Toño Gorostegui, que también se había hundido en las aguas de Puertochico, fue sacado a tierra prácticamente destrozado. Este velero ganó este año la regata «Cantabria Gran Reserva». Su caña, Toño Gorostegui, fue dos veces campeón del mundo en la clase star y ganó una medalla olímpica.

Otros dos veleros de 12 metros, el «Boro» y el «Mandarina» fueron localizados destrozados junto a las rocas de la isla Santa Marina. La primera de estas dos embarcaciones, con Salvador Albiñana a la caña, ganó el pasado sábado la última regata del año 1999.
En las Quebrantas aparecieron las embarcaciones de vela «Terral» de Pedro Labat y el «Yamamay», un 36 pies de Javier Gallo, además de la motora «Chirula», cuyo primer nombre fue «Agumar». Sus propietarios, muy desolados, intentaban ayer por la tarde evitar, con la ayuda de una grúa, que la pleamar los devolviera al mar.

El «Nona III» de Fermín Sánchez con una vía de agua muy importante y otros daños se encontraba varado en la rampa de los prácticos en Puertochico. Otra motora, el «Corito», también con cuantioso daños se hallaba en Puertochico a flote, lo mismo que otro yate de motor, el «Kalivos».

El valor de todas estas embarcaciones suma muchos millones de pesetas. La flota de vela del Marítimo vivió ayer uno de los días más tristes de su historia. Desde que se conoció el percance sufrido por uno de los pantalanes que el Real Club Marítimo explota en régimen de concesión fueron muchísimas las llamadas de fuera de Santander preguntando por el alcance del siniestro.